Para una nueva noche, un nuevo poema,
aunque se me olvidaran las palabras,
volverán mañana; serán otras, como yo,
pero vendrán a susurrarme el disfraz
de los silencios que me apropio.
“¿Por qué vuelves siempre al adiós?”
Porque hay adioses que te acompañan
a todas partes, van contigo aunque no quieras.
Les cierras la puerta y piensas dejarlos
pero se adhieren a tu espalda y cierran,
contigo, las puertas del olvido.
“¿Cuál ha sido el peor adiós?”
El peor pudo ser el más breve o el más largo;
los adioses más dolorosos son los que no se dan,
la vida los dicta y cual títeres hacemos suceder
sin rastro ni destino de quienes vamos a ser,
sin idea remota de cuánto durarán,
sin saber que al recordarnos diremos “oh, eso fue un adiós”.
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